Las razones del corazón
El corazón tiene sus razones,
que la razón no conoce.
--Pascal, Pensamientos.
Fue insoportable para las televisoras y el gobierno la imagen en directo de más de 200 mil personas que el domingo 11 de marzo de 2001 ocuparon el Zócalo para oír a los zapatistas, frente a Palacio Nacional. Con la tímida excepción del 22, ni el canal 40 ni el 11 ni mucho menos Televisazteca se sustrajeron a la superstición de que un acto simbólico y desarmado puede volverse real. No lo veas porque puede suceder. Como en los mejores momentos del pri el complejo propagandístico gubernamenal decidió hacer el vacío a un acto (no a un “evento”) que ningún profesional del periodismo oral o escrito puede obliterar: la presencia de un multitudinario sector de la sociedad en la plaza mayor. La imagen en vivo, en el instante de los hechos, fue lo que les produjo terror; no la foto estática de los medios impresos. El gesto de las televisoras no fue una simple exclusión: fue una toma de posición política, un pronunciamiento.
En menos de una semana, entre el 7 y el 11 de marzo de 2001, por lo menos dos personajes aludieron a la función manipuladora de los medios audiovisuales: Ryszard Kapuscinski y el subcomandante Marcos. El periodista polaco dijo que ya no hay grandes figuras entre los jefes de gobierno y los representantes legislativos y que cada vez son menos interesantes. Basta que sepan sonreír y acomodarse ante la televisión. No torean para el toro sino para los televidentes. “El poder pertenece a los grupos financieros, a la iniciativa privada y a los medios de comunicación, pues están por encima de los gobernantes. Los centros de poder se han desplazado hacia las afueras del Estado.”
En su entrevista con Julio Scherer, Marcos habló de la criatura y de su personaje. Sólo a alguien así, enmascarado, se le puede consentir hablar de sí mismo en tercera persona. Porque Marcos, según él, es una creación de los medios. El ser para los demás ha sido confeccionado en la matriz mediática que se sirve de la información como de una mercancía. Y ese ser hacia afuera, como se pudo entrever en la entrevista, no se empalma del todo con la criatura, con alguien que no se vanagloria tanto de sí mismo y tiene bastante aplacado su ego, como un monje en retiro. Por eso tal vez, desde diferentes tribunas que en buena hora han exacerbado el debate nacional sobre el racismo y el lugar de los grupos indígenas, no se le entiende muy bien el código de valores que se guarda para sí mismo y la televisión no alcanza a descifrar. No fue mesiánica ni hitleriana su comparecencia en el Zócalo. Más bien fue de tono menor y breve, no grandilocuente ni exhibicionista. ¿Cómo entenderlo?
Porque su mensaje es muy simple y en política las ideas tienen que ser sencillas y fácilmente comprensibles (como cuando se decía que el voto por Fox sacaría al PRI: lo entendía hasta un niño o un analfabeto). Cada cabeza es un mundo, sobre todo en materia de creencias políticas: cada quien se expresa y se atreve a equivocarse desde su subjetividad, su biografía, su experiencia, sus percepciones, sus sentimientos, aunque lamentablemente las discrepancias lleven a que muchas amistades cierren su ciclo y no pocos parientes se malquisten.
La proposición de los indígenas es muy sencilla: como no han tenido las mismas oportunidades que muchos de nosotros hemos tenido, empiezan a gritar como los seguidores de Martin Luther King durante la lucha por los derechos civiles, y quieren que se les dé un lugar en la casa y en la mesa para contar con los mínimos de alimentación, vivienda, salud y educación.
Ciertamente su planteamiento no pasa de manera fácil por la razón académica, en términos teóricos y jurídicos, ni por la razón televisiva que adelanta una barrera muy bien “articulada”. Tampoco trasciende la razón legislativa, la incultura y la insensibilidad de los diputados que —atentos a sus dietas— no entienden que no entienden el problema indígena porque nunca lo han estudiado ni han estado en las comunidades. Lo que sí están haciendo es desaprovechar la oportunidad de oro de llevar a la más alta tribuna un debate nacional histórico que siga poniendo las ideas en circulación. Han creado, en cambio, el vacío político en que la marcha zapatista los ha rebasado quitándoles sus escenarios, cuando la idea de los indígenas no es tan compleja ni tan metafísica ni tan positivistalógica. Basta querer entenderla. Con la razón y con algo más que la razón, como escribía Pascal.
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