Wednesday, March 02, 2011

Montón de piedras

El “Estado de derecho” no es
más que un pleonasmo carente de
sentido. Derecho y Estado son
conceptos idénticos: sinónimos.

—Hans Kelsen

Como un montón de piedras se ha ido desmoronando el Estado mexicano: hay por lo menos 900 lugares de la República en los que ya no está. Son espacios en los que el Estado ya no ejerce y en los que la delincuencia organizada ha sentado sus reales. Es lógico: dos poderes —si proyectamos el axioma de la geometría euclidiana— no pueden ocupar el mismo lugar en el espacio.
Piénsese si no en el nada insólito episodio que el l5 de marzo tuvo como escenario el pueblo de Creel, en la sierra de Chihuahua, cerca de la Barranca del Cobre: durante una hora y media fue grabada por una cámara televisiva (puesta allí por alguno de los servicios de seguridad del Estado) la toma de Creel y transmitida en un programa de Denise Merker en el canal que ahora lanza a la presidencia al gobernador Enrique Peña Nieto.
En una hora y media no se hizo presente ninguna de las múltiples y diversas policías de las inmediaciones de Creel, acaso por que estaban dormidas. Todo fue entre las cinco y media y las siete de la mañana. Como en aquel famoso western: Pistoleros al amanecer.
Al menos durante esos cien minutos no existió en Creel el Estado mexicano. No se vio policía ni ejército ni nada, como si se trata de una tierra de nadie, fuera del contexto jurídico nacional: un vacío de Estado, una bolsa de aire, la inocultable inexistencia del gobierno constituido y formal (“haiga sido como haiga sido”, según el filósofo idealista berkeliano que despacha en Los Pinos).
Dice Edgardo Buscaglia, funcionario de la ONU aquí en México, que hace cinco años eran unos 400 lugares del territorio nacional en los que el Estado ya no ejerce. Ahora son 900, explica. Cuando cobra impuestos, derecho de piso, cuando retiene, cuando deja pasar, cuando cierra o toma un pueblo, el Crimen esta queriendo decir: Yo sustituyo al Estado.
No quisiéramos cometer el pecado del pesimismo, pero no sólo lo profieren los “inexistencialistas“ del Estado (los que creen que en México ya no existe el Estado) en uno de tantos mentideros de la coloia Condesa. También lo han dicho sin ambages personajes como Jorge Tello Peón, nada menos que Secretario Técnico del Consejo de Seguridad Nacional:
“Por primera vez en muchos años se ha perdido control territorial por parte de las estructuras institucionales y, lo que tal vez sea peor, se han perdido también estructuras históricas.”
Como en el juego del Go, de lo que se trata es de ganar territorios. Es una lógica de índole militar y asiática, como la del general Giap.
Sería interesante poder entender a qué se refiere el Especialista con eso de “estructuras históricas”.
Me explico Federico: “Hoy queda claro que se teme al delincuente; lo que está en duda es si existe alguna autoridad a la que la delincuencia le tema. Las autoridades funcionales del delito no necesitan ser corruptas; basta con que supongan que el mando lo tienen los delincuentes.”
Para documentar —lluvia sobre mojado— nuestro pesimismo, reléase lo que nos revela Alfredo Méndez el 5 de abril: “El cártel michoacano de La Familia ha consolidado en una década una estructura orgánica similar a la administración de un gobierno estatal.”
El reportero de La Jornada desarrolla la idea: El grupo criminal del suroeste orquesta un sistema de recaudación basado en la extorsión (el pizzo de los sicilianos) y el despojo de propiedades a empresarios del ramo agropecuario.
“Los gatilleros asignan escoltas a alcaldes y funcionarios municipales. Los policías ministeriales enteran a miembros del cártel, antes que a la procuraduría estatal, cuando hay reportes sobre denuncias de secuestros o robos.”
Y para colocarle la cereza al pastelito basta traer a cuento el tráfico de prácticamente todos lo bancos de datos que recaba el gobierno, los negocios bancarios y el IFE. Ya andan en circulación en el mercado negro y en internet, a través del cual hay quien ofrece la información más íntima de todos los mexicanos. Incluso sus números de tarjetas de crédito y de celulares. Hay paquetes que se llegan a vender en 12 mil dólares.
Todos los datos concernientes a nuestras finanzas, nuestras relaciones personales, nuestros horarios, nuestros amigos, se pueden saber. El “Estado” no nos protege.
María de la Luz González ha publicado en El Universal del 21 de abril de 2010 que se pueden adquirir registros de escuelas superiores, como el Politécnico o La Salle, o de otras empresas públicas y privadas. También cuentas de cheques, expedientes del IMSS, cartografía del INEGI, listados de telefónicas. O sea, vivimos en un “Estado” que no controla nada, al que todo mundo traiciona, hasta sus empleados más cercanos.
No es tan descabellada la teoría de que todo esto algo ha de tener que ver con la paulatina pérdida de autoridad política que ha significado el fraude electoral de 2006. Lo que vivimos ahora es una secuela natural y lógica. Primero la presidencia se fue desprestigiando con personajes tan patéticos o cursis como José López Portillo, luego con la grisura y la mediocridad de Miguel de la Madrid, de tan de medio pelo, o las locuras de Carlos Salinas (él y Echeverría han sido de los presidentes menos cuerdos que hemos tenido) o el indescifrable Ernesto Zedillo.
“En todo el territorio nacional hay desgobierno” respondió al gobernador de Chihuahua José Reyes Baeza Terrazas al secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont, quien había sostenido en abril de 2010 que el nuevo sistema de justicia penal había producido “desgobierno” en Chihuahua.
El “Estado” en México es una palabra que ya no se puede escribir sin comillas.


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