El asalto a la nación
Sentimos que se nos ha robado a futuro. Como ya no había nada que robar, llegaron de pronto las fuerzas oscuras del monstruo
financiero—político—banquero y nos dijeron: no importa, nos firmas un pagaré y con los años tus hijos y tus nietos irán cubriendo lo que ahora hemos convertido en deuda pública. ¿Cuánto?
Un día, el 31 de agosto, Reforma informa que el rescate bancario asciende a 105 mil millones de dólares, tres veces el monto de las reservas del Banco de México. Otro día, el 3 de septiembre, La Jornada documenta que ese costo ya nada más es de 93 mil millones de dólares.
No lo podemos entender. No nos alcanza la imaginación para saber qué significa todo esto. Nos sentimos angustiadísimos por no saber, por la demencial impotencia a que se nos ha condenado.
Y es que la mejor protección para quienes han cometido el atraco es la complejidad técnica que lo envuelve. El saber hermético de los contadores y los “ingenieros financieros” es su mejor defensa, un conocimiento tan inaccesible como el de los mecánicos de suelos o el de los físicos nucleares o el de los doctores en matemáticas.
Nos dicen que todo es para proteger a los ahorradores, que la culpa es de los deudores que no pudieron pagar sus créditos y no tenían con qué garantizarlos, que es algo que puede suceder en Japón o en Iglaterra o e Francia (no lo creo), que todo partió de la ignorancia del presidente Luis Echeverría al llevarse la finanzas públicas a Los Pinos y de la arrogancia de José López Portillo al endeudarnos más y trastornar la moneda; que es tan inconmensurable el boquete que ni siquiera la presidencia inexistente actual es culpable, vamos, que el mismo Ernesto Zedillo es inimputable. No siquiera alcanza a ser responsable.
Temblamos. Nos sudan la frente y las manos. Queremos dormir y no podemos. Tratamos de consolarnos diciéndonos que si algún sentido tiene el trabajo de los periodistas es hacernos comprensible lo complejo. Todo se puede entender si se estudia a fondo. ¿Realmente se robaron el país? ¿Se lo acabaron? ¿Por qué se lo permitimos? ¿Vamos a votar por ellos otra vez?
Es la locura. La angustia. Y entonces la “lucidez atroz del insomnio”, como decía Borges, se disuelve de nuevo en la impotencia, y en el teatro de los sueños comparece un señor que lleva mil máscaras: la de Guillermo Ortiz, Aspe, Salinas, Espinosa Villarreal, Cabal Peniche, Zedillo, Gómez y Gómez, Miguel Mancera, Eduardo Fernández, y muchas otras.
——Oiga, pero ¿qué significa todo esto?
——No, es que, la ingeniería financiera... No todo mundo la entiende.
——¿Es cierto que se asimilaron a la deuda los fondos de Banco Unión, los millones de dólares que se transfirieron a las campañas de Colosio y Zedillo? ¿También eso tenemos que pagar?
——No, es que en Harvard, en Yale, en el MIT. No, mire usted, son cosas muy técnicas.
——Oiga, pues han de ser muy malas universidades si ustedes estudiaron en ellas. ¿Qué no se supone que los economistas para eso estudiaron, para prever las catástrofes? ¿Por qué no regresa el PRI a la nación esos 25 millones de dólares?
——Es que hay que proteger el secreto bancario. Es que... Es que...
——Pero si ya Mackey tuvo acceso a los datos de otras cuentas... ¿No violó él el secreto?
Como los verdaderos periodistas que se esmeran en volver simple lo complejo, Andrés Manuel López Obrador intenta ahora desmontar la red de complicidades de este operativo político empresarial de saqueo a la nación y su encumbrimiento criminal.
En su valiente libro Fobaproa: expediente abierto (Editorial Grijalbo), que todo mexicano debe leer, López Obrador ofrece además un disco compacto que contiene 2,600 cuartillas de información sobre el mayúsculo asalto. Al leerlo no sabe uno si ponerse a llorar o a morirse de la vergüenza.
Un banco extranjero, Citibank, dueño de Confía, recibirá del Presupuesto de Egresos de la Federación de este año 6 mil 465 millones de pesos; el español Banco Santander Mexicano, 5 mil 507 millones; Promex, 5 mil 153 millones; el regiomontano Banorte, 4 mil 347 millones, y el vasco Bilbao Vizcaya, 4 mil 034 millones de pesos.
En cambio, la unam: 7,500 millones de peso. El Poli, 1,326; y la Universidad Pedagógica Nacional, 245 millones.
El Hospital General, 672 millones.
El Hospital Juárez, 245. El Instituto de Cardiología, 258. El de la Nutrición, 320. El Infantil, 331. Y el de Psiquiatría, 73.
Nada semejante se había visto en la historia de las finanzas públicas. La deuda pública, incluido el Fobaproa, representa casi la mitad de la riqueza que en 1999 producirá México.
La deuda de 850 mil millones de pesos que legalizó el IPAB es superior a la deuda externa de México (737 mil millones). Es decir, ya debemos más del doble.
Y año con año se hará cada vez más grande la montaña de la deuda gracias al rescate bancario que aprobaron los priístas y los panistas.
financiero—político—banquero y nos dijeron: no importa, nos firmas un pagaré y con los años tus hijos y tus nietos irán cubriendo lo que ahora hemos convertido en deuda pública. ¿Cuánto?
Un día, el 31 de agosto, Reforma informa que el rescate bancario asciende a 105 mil millones de dólares, tres veces el monto de las reservas del Banco de México. Otro día, el 3 de septiembre, La Jornada documenta que ese costo ya nada más es de 93 mil millones de dólares.
No lo podemos entender. No nos alcanza la imaginación para saber qué significa todo esto. Nos sentimos angustiadísimos por no saber, por la demencial impotencia a que se nos ha condenado.
Y es que la mejor protección para quienes han cometido el atraco es la complejidad técnica que lo envuelve. El saber hermético de los contadores y los “ingenieros financieros” es su mejor defensa, un conocimiento tan inaccesible como el de los mecánicos de suelos o el de los físicos nucleares o el de los doctores en matemáticas.
Nos dicen que todo es para proteger a los ahorradores, que la culpa es de los deudores que no pudieron pagar sus créditos y no tenían con qué garantizarlos, que es algo que puede suceder en Japón o en Iglaterra o e Francia (no lo creo), que todo partió de la ignorancia del presidente Luis Echeverría al llevarse la finanzas públicas a Los Pinos y de la arrogancia de José López Portillo al endeudarnos más y trastornar la moneda; que es tan inconmensurable el boquete que ni siquiera la presidencia inexistente actual es culpable, vamos, que el mismo Ernesto Zedillo es inimputable. No siquiera alcanza a ser responsable.
Temblamos. Nos sudan la frente y las manos. Queremos dormir y no podemos. Tratamos de consolarnos diciéndonos que si algún sentido tiene el trabajo de los periodistas es hacernos comprensible lo complejo. Todo se puede entender si se estudia a fondo. ¿Realmente se robaron el país? ¿Se lo acabaron? ¿Por qué se lo permitimos? ¿Vamos a votar por ellos otra vez?
Es la locura. La angustia. Y entonces la “lucidez atroz del insomnio”, como decía Borges, se disuelve de nuevo en la impotencia, y en el teatro de los sueños comparece un señor que lleva mil máscaras: la de Guillermo Ortiz, Aspe, Salinas, Espinosa Villarreal, Cabal Peniche, Zedillo, Gómez y Gómez, Miguel Mancera, Eduardo Fernández, y muchas otras.
——Oiga, pero ¿qué significa todo esto?
——No, es que, la ingeniería financiera... No todo mundo la entiende.
——¿Es cierto que se asimilaron a la deuda los fondos de Banco Unión, los millones de dólares que se transfirieron a las campañas de Colosio y Zedillo? ¿También eso tenemos que pagar?
——No, es que en Harvard, en Yale, en el MIT. No, mire usted, son cosas muy técnicas.
——Oiga, pues han de ser muy malas universidades si ustedes estudiaron en ellas. ¿Qué no se supone que los economistas para eso estudiaron, para prever las catástrofes? ¿Por qué no regresa el PRI a la nación esos 25 millones de dólares?
——Es que hay que proteger el secreto bancario. Es que... Es que...
——Pero si ya Mackey tuvo acceso a los datos de otras cuentas... ¿No violó él el secreto?
Como los verdaderos periodistas que se esmeran en volver simple lo complejo, Andrés Manuel López Obrador intenta ahora desmontar la red de complicidades de este operativo político empresarial de saqueo a la nación y su encumbrimiento criminal.
En su valiente libro Fobaproa: expediente abierto (Editorial Grijalbo), que todo mexicano debe leer, López Obrador ofrece además un disco compacto que contiene 2,600 cuartillas de información sobre el mayúsculo asalto. Al leerlo no sabe uno si ponerse a llorar o a morirse de la vergüenza.
Un banco extranjero, Citibank, dueño de Confía, recibirá del Presupuesto de Egresos de la Federación de este año 6 mil 465 millones de pesos; el español Banco Santander Mexicano, 5 mil 507 millones; Promex, 5 mil 153 millones; el regiomontano Banorte, 4 mil 347 millones, y el vasco Bilbao Vizcaya, 4 mil 034 millones de pesos.
En cambio, la unam: 7,500 millones de peso. El Poli, 1,326; y la Universidad Pedagógica Nacional, 245 millones.
El Hospital General, 672 millones.
El Hospital Juárez, 245. El Instituto de Cardiología, 258. El de la Nutrición, 320. El Infantil, 331. Y el de Psiquiatría, 73.
Nada semejante se había visto en la historia de las finanzas públicas. La deuda pública, incluido el Fobaproa, representa casi la mitad de la riqueza que en 1999 producirá México.
La deuda de 850 mil millones de pesos que legalizó el IPAB es superior a la deuda externa de México (737 mil millones). Es decir, ya debemos más del doble.
Y año con año se hará cada vez más grande la montaña de la deuda gracias al rescate bancario que aprobaron los priístas y los panistas.
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